RATIPLÍN
(3ª entrega)


Cuando iba a dar comienzo el espectáculo el empresario como de costumbre, salió a la pista y vio que el Circo estaba completamente vacío, pero en esta ocasión, el hombre no se frotaba las manos, no llegó ni siquiera a sacarlas de los bolsillos, y muy despacio se fue hacia la taquilla y una vez allí, con cara de pesadumbre no hizo la pregunta habitual al taquillero, pero cuál no sería su sorpresa de ver al señor de la taquilla que estaba la mar de contento y al advertirle que no se debía de asombrar pues estaba contando los billetes y le dijo: iHemos logrado la recaudación más importante de la historia del Circo!. El empresario no salió de su asombro al ver todo el dinero que el taquillero le mostraba y que era suyo, se asombraba cuando, con dicho dinero, que se había recaudado, el Circo debería de estar lleno, y por el contrario estaba completamente vacío, poco a poco fue reaccionando y el empresario comprendió que los niños del lugar querían devolver o pagar, de esta manera, el favor que una vez les hizo Ratiplín y cuando estuvo convencido de estos hechos, se emocionó, y emocionado salió fuera del Circo donde estaban aún todos los niños y los papás y dijo:

«Estoy aquí para deciros algo muy importante, me dirijo fundamentalmente a los niños porque sé que habéis sido vosotros los que habéis tenido este maravilloso gesto, entonces os pido a todos que digáis a Ratiplín que me perdone, y si merezco su perdón procuraré en lo que me queda de vida tener como meta esta maravillosa lección que me habéis dado».

Al concluir estas palabras, todos los niños gritaron: iViva Ratiplín!, y como él se encontraba entre toda aquella muchedumbre le cogieron en hombros y lo acercaron hacia el empresario. Una vez frente a él, Ratiplín saltó hacia sus brazos, y los dos se emocionaron, Ratiplín con la ternura que le caracterizaba, fue entonces cuando el empresario dijo con su tono de autoridad: ¡abrid todas las puertas del Circo! porque hoy va a ser la fiesta más bella de cuantas se hayan hecho y ésta será en honor a Ratiplín, y los niños de este lugar: como habréis comprendido amiguitos, convirtieron este día en el más alegre de la vida de Ratiplín.

Cuando a mi mente viene la imagen de mi amigo Ratiplín, tan pequeño, tan diminuto, con esa mirada ingenua y penetrante, pero llena de vida, que sin apenas hablar me transmitía sus sentimientos. lo veo aún dando esos pasitos cortos y ligeros, como si no quisiera que nadie se diera cuenta de él, me hace sentir algo que parecería ser molesto para las personas grandes. ¡Son tan complicadas!, sólo entienden de números y de cifras. de que algo sobra o algo falta, esto está bien o está mal, qué poco valor dan a lo que es sonreír, más importante aún es hacer sonreír a los demás, es más, os voy a decir amiguitos, nuestro amigo Ratiplín, con toda su sencillez, llegó a conmover al 11 hombre grande y mandamás.., al empresario, que sólo entendía de valores, no porque hablara con él más y más para convencerle de su acción, sino más bien por su conducta, -a veces las palabras, es posible, que provoquen malos entendidos-, ya que lo importante, es aquella consigna que tenía mi amiguito, trabajar y trabajar en su Circo, en lo que le mandasen, de forma callada y silenciosa, casi imperceptible, su trabajo fuera importante o no, a los ojos de los demás, pero sí era el más importante para él, -ya que era su trabajo-.
A veces niños, Ratiplín me desconcertaba, no le entendía, y él se daba cuenta, aunque jamás me lo decía.

Ya sé, me identificabas con el empresario, el dueño de las simientes, etc., y ahora después de todo lo que pasó me doy cuenta: Yo también era un hombre grande y él un enanito, era necesario que pasara esto, para entenderte, para estar contigo dentro, te veo ahora asado el tiempo, tan grande, tan inmenso, que nada tiene que ver con tu cuerpo, ahora entiendo tu amistad con el poney, y con los niños, nada les importa de lo que ellos piensen. reían y jugaban -ellos lo querían así-, los grandes con sus juicios y prejuicios, solo conseguimos querernos a nosotros mismos, sin darnos cuenta, que lo importante a veces es invisible, que son estas pequeñas cosas, aquellas que no son insignificantes, las que no tienen importancia, pero que son nuestras cosas, las más importantes, para tener al menos un día feliz, el día más feliz, como lo fue para nuestro querido Ratiplín.
FINAL.

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