Otra aventurilla de Ratiplín fue con el «Gallo Cantarín». Resulta que, una de las tareas que tenía encomendadas Ratiplín era la de cuidar las gallinas que viajaban con el Circo, estas gallinas eran de todos, pues, como era un Circo muy rico en ilusiones y muy pobre en solemnidad, todos los componentes del Circo se ayudaban en la comida diaria con los huevos que las gallinas ponían, razón ésta por la cual las gallinas tenían tanta importancia y a su vez era importante la tarea encomendada a Ratiplín. Todo iba bien entre las gallinas y él, pero con una excepción, el “Gallo Cantarín” que traía a mal traer a Ratiplín.
Me contó que un día, cuando pasaba por un pueblo próximo a la ciudad donde pensaban actuar, se les escapó Cantarín, bueno amiguitos, no os he dicho cómo era Cantarín, os lo digo y luego continuó con su travesura, la verdad es que Cantarín era un gallo espléndido, pues tenía una altivez que parecía como si hubiese salido de las páginas de un libro de caballerías, el color de su plumaje era auténticamente bello ya que se daban casi todos los tonos de amarillo y algunas pintas parecían verdes. Y no digamos nada, de su fama de conquistador, pues si no fuera porque las gallinas salen al encuentro de todos los acontecimientos que ocurren en los pueblecillos, pues si no fuera por esto, habría que atribuirle a Cantarín esos méritos. Y sobre sus aventuras no digamos, pues, el pobre Ratiplín siempre caía en sus trampas.
Aquello fue el colmo, pues en aquel pueblo empezaban a sembrar y la simiente escaseaba, entonces Cantarín dando muestras de que ese día estaba muy pacífico, le pidió a Ratiplín que le dejase caminar fuera del carromato con el fin de ir cogiendo aquellas cosas que encontrara por el camino y le sirvieran para comer, este argumento convenció a Ratiplín y lo soltó fuera para que caminase detrás del carromato, pero cuando Cantarín divisó aquel pueblo echó a correr para llegar antes y, una vez en el pueblo. lo primero que encontró a la entrada del lugar fueron unos sacos de simiente que su propietario había dejado allí mientras tomaba una copa de licor, no os digo nada amiguitos la que armó Cantarín con los sacos, tanto es así, que la caravana del Circo no pudo pasar por el pueblo, teniendo que cruzar campo a través. Afortunadamente, esta fue la última jugada de Cantarín, pues decidieron los payasos del Circo que les vendría muy bien unas plumas para su sombrero y también quedaron plumas para una bailarina, que con su traje de colores, día a día, salía a la pista para deleitarnos con sus danzas de música suave y ligera -era el reposo de un día de grandes variedades y fiesta-. Tu despedida está próxima, ya se acerca y hoy como homenaje a tu entrega, todo el Circo en pleno, rinde su mejor adiós, a quién fuera su mejor amiga y compañera. Todos decimos adiós a una gran bailarina, que vivirá de recuerdos, y hoy se lleva tus plumas. Terminando así la historia de Cantarín.
Como os he dicho amiguitos, no os voy a cansar más, con historias y aventuras de Ratiplín, aunque posiblemente, otro día si me lo pedís os la contaré gustoso; entonces como el motivo de esta historia es fundamentalmente el contaros lo que ocurrió y cómo ocurrió el día más alegre y el más triste de la vida de Ratiplín.
Ese día el Circo había llegado a un lugar que no era nuevo en celebrar fiestas, pero ese año en aquel lugar la cosecha había sido muy mala, tan mala que los que allí vivían no podían ni tan siquiera mantener las necesidades primarias o lo que es mejor, no podían ni siquiera comer, pero el Circo como seguía su marcha habitual lo que ahora diríamos programa de actuaciones, pues se encontró con que ya estaban instalados en ese lugar y pensaron, tanto el empresario como los artistas. Que podrían al menos obtener algo de dinero que cubriese los gastos, es decir, poder comer durante los días que estuviesen instalados en aquel lugar, eso fue lo que pensaron, y así lo hicieron entonces, todo transcurrió como de costumbre, montando el Circo, preparando sus números, los ensayaban y mientras tanto se alimentaban de las pocas reservas que tenían. Una vez que el Circo estuvo totalmente instalado y todo estaba a punto, esperando como era habitual el momento del debut, ¿qué ocurrió?… -pues bien-, como de costumbre todos los niños se agruparon alrededor del Circo, pero ese año no estaban sus papás, ya sabes amiguitos que al Circo se suele ir con los papás, entonces Ratiplín se encaminó a saludar a todos los niños del lugar, ya que los conocía de todos los años, al aparecer Ratiplín, los niños emocionados le pedían que les dejase entrar al Circo.
Ratiplín al darse cuenta de que los niños estaban solos y no estaban sus papás. comprendió que ese año no habría dinero para comprar las entradas y se llegó a emocionar tanto Ratiplín que aún teniendo en cuenta lo que podía pasar, tomó una decisión, y esta fue que levantó varias tablas del Circo y por allí fueron pasando todos los niños del lugar, entonces ¿qué pasó?… El Circo se llenó, pero como ya hemos dicho se llenó a rebosar y todos eran niños.
Como el empresario tenía por costumbre salir a la pista del Circo antes de dar comienzo la función, quedó sorprendido y maravillado de ver los asientos completos y que por todas partes había niños. Entonces, frotándose las manos se fue derecho a la taquilla muy sonriente y satisfecho, preguntando al taquillero! ¿cuánta recaudación ha habido?, y el taquillero sorprendido también por la cara de satisfacción del Empresario, no sabía cómo decirle que no habían vendido ninguna entrada, -pero el pobre no tuvo más remedio que decírselo- y, cuando el empresario lo hubo comprobado, toda su alegría y comprensión se convirtieron en ira y malhumor, eso no impidió que los niños no vieran la función, puesto que el espectáculo ya había dado comienzo, y durante el tiempo que duraron las actuaciones el empresario descubrió la verdad.
La ira y el malhumor le iban aumentando, aunque como buen empresario dejó que transcurriese toda la función y una vez que ésta acabó, llamó a Ratiplín a su carromato, allí la escena como os podéis imaginar amiguitos fue indescriptible. El empresario que era un hombre alto y corpulento y acostumbrado a mandar y dirigir, pues la verdad yo no qu1ero seguir describiéndola, pues como os he dicho ya os podéis imaginar lo que ocurrió aquel día en aquel carromato, lo que sí os puedo afirmar es que aquel día fue el más triste para Ratiplín.
Como consecuencia de lo ocurrido, se vio obligado a abandonar el Cireo, entonces os preguntaréis, ¿qué es lo que hizo Ratiplín, que toda su vida la había dedicado al Circo?. Gracias a que los habitantes de aquel lugar le acogieron de muy buen grado y le ayudaron con lo que podían y Ratiplín, correspondió con su trabajo, ayudando en las labores que realizaban en ese lugar. Unas veces ayudaba a ordeñar, otras a sembrar y así sucesivamente colaboró con todos los vecinos de aquel pueblo.
Según iban transcurriendo los meses, en aquel pueblecillo de casas bajitas y aisladas, todas pintadas de blanco, donde sus habitantes son gente sencilla y austera, son hombres del campo, que sólo entienden de arar la tierra, cuidar sus rebaños y atender sus vacas. Que cada domingo -su día de fiesta- van vestidos de nuevo paseando por la plaza, cuentan y cuentan historias de todo lo que pudo pasarles o del tiempo que hará mañana. En medio de esta gente, fue donde Ratiplín había logrado superar el mal trago que pasó en aquel carromato.
Afortunadamente, aquel año en que Ratiplín estuvo en este lugar la cosecha fue espléndida, tanto es así, que tuvieron que improvisar algunos graneros puesto que los que ya existían se llenaron por completo.
Y volvieron las fiestas y volvió el Circo, que se instaló, ensayó y lo puso todo a punto y cuando iba a sonar el «clon», qué asombro para el empresario y los artistas cuando se dieron cuenta de que había más niños que nunca, pero ese día estaban todos con sus papás, y pasaron los papás por la taquilla, comprando todas las entradas que había a la venta, absolutamente todas, pero… ¿Qué ocurrió entonces?
CONTINUARÁ…