«MEMORIAS DE UN DESCONOCIDO» SEGUNDA ENTREGA DEL CAPÍTULO 4

Del bar del “Mellado” pasé a otro que se llamaba la “Teja”. Éste estaba en plena plaza del Ayuntamiento y al lado de una entrada y salida del mercado de Abastos. Tenía dos plantas, la que daba a la plaza era el propia bar y la de arriba era una peña de cazadores que habían llegado a un acuerdo con el dueño para ejercer esa actividad. El bar propiamente dicho contaba con una barra que no era pequeña y que estaba conectada a una hermosa cocina la cual atendía Amparo, hermana de los dueños.

Aunque vivía el padre, eran los hermanos lo que regentaban el establecimiento. Los varones eran cuatro, Miguel el mayor, Antonio, Currito y del cuarto no me acuerdo de su nombre. Las chicas eran dos Amparo y Margarita. Contaba con un salón donde cabrían unas seis mesas. Estas mesas tenían la tapa de cristal grueso y debajo podían verse fotos de distintos artistas de cine. Recuerdo claramente a dos: Tyrone Power y Gina Lollobrigida.

Los parroquianos comentaban que Tyrone Power no había muerto de angina de pecho, sino de los pechos de Gina.

Miguel, el mayor, puso otro bar en plena Carrera al que llamó Bar nuevo y por supuesto se puso de moda al instante. Me fui con él al nuevo bar, más moderno. Allí, en la cocina estaba Margarita y durante el tiempo que coincidimos en el trabajo sólo nos dirigimos la palabra para pedirle yo las famosas tapas -por cierto tenían un gran surtido- y ella para hacerme entrega de las mismas. No sé si ella me gustaba a mí o yo le gustaba a ella, nunca se reveló. Quiero aclarar que Margarita era más joven que Amparo y además era preciosa.

Aquí estuve alrededor de un año. La historia de estos hermanos fue curiosa y rocambolesca. Por ejemplo, el segundo, Antonio, con el que coincidí en “La Teja” contaba que había sido contrabandista y que en una persecución de la Guardia Civil le hirieron y como consecuencia, le faltaba un testículo.


El padre sólo iba por la mañana, abría y ponía en marcha la cafetera y despachaba a los primeros clientes, los dueños de los puestos del gran mercado. Quiero describir como era ese gran mercado. Tenía cuatro grandes puertas, dos que daban a una calle estrecha de la que no recuerdo el nombre y que era por donde solía entrar el público -fundamentalmente amas de casa, algunas con sus criadas. Las otras dos puertas daban al Ayuntamiento. Como estaba ubicado en una gran plaza, las puertas del mercado servían de muelle para descargar las mercancías, que eran muchas, a todas horas del día y de la noche.

De ahí la importancia que tenía el bar “La Teja” ya que estaba situada en un lugar estratégico, como ahora se dice. Bueno, seguiría contando cosas de esta peculiar familia pero sólo quiero destacar una más. Miguel se marchó en pleno éxito a Madrid, pues quería adquirir experiencia y se colocó en una cervecería “Nebraska”. Casualidades de la vida, en esa misma cervecería trabajé yo cuando vine a Madrid. Pero eso es otra historia y la contaré en su momento. Dejo a esta familia porque si no, no terminaría nunca.

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