«MEMORIAS DE UN DESCONOCIDO» QUINTA ENTREGA DEL CAPÍTULO 2

pasar el “bueno” de D. Gerardo y alguna otra que no me atrevo a mencionar porque lo de ir directo al infierno era de los más corriente.

Este periodo escolar coincidió con mi etapa de monaguillo en la Merced.
Me contrataron por un real todos los días o lo que es lo mismo, siete pesetas con cincuenta céntimos al mes.
Digamos que fue mi primer empleo remunerado, además me daban el desayuno los días que ayunaba: lunes, miércoles, viernes, domingos y fiestas. Aparte de ser mi primer empleo también produjo mi primera reivindicación -lo comentaré en su momento.

La iglesia era muy bonita y todo estaba inmaculado ya que eran las monjas las encargadas de la conservación. Las misas eran los días señalados a las 7:00 h. en punto todo el año, ¡menos mal que un servidor vivía a menos de cien metros del lugar de celebración! Aún así mi madre se las veía apuradas para levantarme, pero a trancas y barrancas llegaba siempre a tiempo para vestirme de monaguillo y cumplir con mi obligación.
Pero reconozco que era duro para un niño que tenía no más de nueve años.

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