«MEMORIAS DE UN DESCONOCIDO» PRIMERA ENTREGA DEL CAPÍTULO 11

Después de las últimas experiencias comentadas decidí irme a Toledo, ¿por qué a ese lugar? Porque allí estaba establecido mi hermano mayor. Había empezado montando un taller de electricidad de automóviles y demás vehículos mecánicos, sobre todo agrícolas. Y la verdad es que las cosas le fueron bien, tanto fue así, que amplió la actividad haciéndose distribuidor de recambios para otros talleres. Con lo cual yo podía entrar en acción para colaborar en el campo comercial. Esto duraría unos 2 años y durante ese periodo recorrí buena parte de lo que es hoy Castilla y León, visitando los talleres del ramo con mi primer coche que era un Citroën dos caballos, de segunda mano – que por cierto me dio un magnífico resultado – pues todo el tiempo que lo tuve y fueron unos 3 años jamás visitó un taller para ser reparado, en cambio si entro en muchos pero para ofrecer y vender recambios.

Podría contar muchas vivencias y anécdotas frutos de viajar por esos y tantos pueblos y ciudades de La Castilla profunda como por ejemplo venía yo en mi Dos Caballos por una carretera de la provincia de Ávila y de pronto, veo un desvío que ponía a Cardeñosa que es mi primer apellido. Aquello me llamó la atención y tomé el desvío para entrar en el pueblo, este no era de mucha importancia pues no tenía ni taller mecánico. Lo que si tenía era una historia que contar, ya que fue en este lugar donde murió el hermano de Isabel la Católica, el príncipe Alfonso.

Otra vivencia – está fue en Guadalajara – con mi amigo Angelito Arias, él tenía un taller de chapa y pintura y además era el perito judicial de distintas compañías de seguros. Esto último le obligaba a trasladarse a Madrid una vez por semana y esas estancias en la capital le servían de expansión a Angelito.

Después montó en el mejor sitio de Guadalajara una sala de fiesta con unas magníficas instalaciones para su época. Aquello fue un auténtico acontecimiento para muchos y tantos jóvenes, así como también para los más maduritos ya que no había precedentes en la ciudad de semejante lugar de esparcimiento.

Yo fui protagonista en los últimos toques y sobre todo en su inauguración. Contraté a un presentador que iba a decir unas palabras acerca del evento y también presentaría a un cantante que era amigo mío. En aquellos momentos aún conservaba el famoso smoking que me habían hecho el sastre Fernández y que fue a parar al final al cuerpo del fantástico cantautor Sabina.

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