«MEMORIAS DE UN DESCONOCIDO» DECIMOTERCERA ENTREGA DEL CAPITULO 1

El tío Julio.

         Hizo la “mili” en Algeciras, provincia de Cádiz; en automovilismo y en consecuencia se especializó como conductor. Cuando se iba a licenciar le propusieron quedarse en el ejército como conductor de uno de los jefes. Por eso se quedó en Algeciras el resto de su vida. Se casó con una chica que se llamaba Loli y con ella formó su hogar. Estuve en su casa, ya de mayor, en dos ocasiones, la primera con mi madre y mi novia Raquel y la segunda, ya casado, con mis dos hijas Paloma, y Raquel.

         Fue un viaje muy bonito, recorrimos buena parte de Andalucía y sobretodo mis hijas y mi esposa conocieron la ciudad ducal donde yo nací. Finalmente llegamos a Algeciras para pasar unos días en la playa pues era pleno verano. Mis tíos Julio y Loli no tenían hijos así que les hizo mucha ilusión estar con sus sobrinas-nietas que tenían entonces diez años la mayor y unos ocho la pequeña y eran tan bonitas y bien educadas que fue para ellos tenernos unos días de invitados en su casa una enorme alegría, ya que de eso están bien despachados los gaditanos.

         Quiero contar una anécdota que resultó muy desagradable. Resulta que estando en la playa todos menos el tío Julio a mi hija Raquel se le antojó subir a una embarcación de esas de pedales. Paloma no subió o sea que fuimos los dos, padre e hija. ¿Qué ocurrió? Pues que cuando ya estábamos mar adentro dando pedales resultó que sin darnos cuenta nos alejamos demasiado de la playa y por más que intentábamos acercarnos no conseguíamos más que alejarnos de ella. Menos mal que los encargados de los patines se dieron cuenta de nuestra desesperada situación y vinieron en una lancha motora y nos remolcaron hasta la orilla. Nos dijeron luego que ese día el viento arrastraba hacía mar adentro, tanto fue así que llegamos a estar muy cerca del peñón. Por lo menos lo vimos muy grande.

         Otro recuerdo de mi tío Julio es cuando siendo yo pequeño venía él a casa con el coche oficial, pues cuando su jefe venía -en este caso- a Sevilla para alguna gestión en la región militar de Andalucía le concedían permiso para venir a ver a su madre.

         Era todo un acontecimiento su llegada a casa porque era muy cariñoso con todos sus sobrinos. Nos subía en el coche y eso nos hacía mucha ilusión a todos la gente menuda.

         Posteriormente, ya pasado el tiempo, cuando mi abuela y mis tías vivían en la calle Libertad y después en Bravo Murillo 25, mi tío venía a Madrid todos los domingos desde Cádiz. A mediados de los setenta que es cuando esto ocurría las quinielas de fútbol todavía se escrutaban mecánicamente y no on-line como ahora se hace.

         Esta operación se hacía en Madrid con todos los boletos apostados durante la semana y él tenía que traerlos desde Cádiz pasando por distintas ciudades donde iba recogiendo la correspondiente saca de boletos validados para que estuviesen antes de las dos de la tarde en la central donde se hacía el correspondiente escrutinio. Esta era la razón por la cual vi a mi tío Julio casi todos los domingos que iba a casa de mi abuela durante al menos dos o tres años.

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