Ayer sábado 7 de octubre teníamos concierto mi esposa y yo en el Auditorio Nacional, y la verdad que ello se convierte en una rutina, aunque en realidad no son todos los sábados, sino que de media son dos sábados al mes y la verdad también es que no todos los conciertos que nos corresponden son iguales, pues hay algunos que no merecen la pena, mientras que otros son magníficos.
El de ayer sábado fue inmensamente maravilloso. A continuación diré el por qué: primero oímos un concierto para violonchelo que resultó un tanto pesadito sobre todo a personas como el que suscribe. Pero el violonchelista nos dio una propina y en ella hizo autenticas filigranas, las cuales merecieron los encendidos aplausos de todo el AUDITORIO. Esto fue en la primera parte, después vendría la segunda, que es el plato fuerte de todo concierto.
Por supuesto que en la segunda parte nos suelen dar una sinfonía. Esta vez la sinfonía era nada más y nada menos que la 2ª de JEAN SIBELIUS con cuatro movimientos, todos ellos tenían en común sus melodías que conjugaban con la fuerza de los metales.
Con lo cual aparte de la vibración de los instrumentos, el espectador también vibraba de placer cuando oía tantísimas notas, todos ellas de gran belleza para sus oídos.
La sinfonía tuvo otra novedad de gran agrado, pues fue dirigida por una bellísima dama que además de esa gran belleza, le sacó a la partitura una grandeza que SIBELIUS reconocería el mérito de esta DIRECTORA, GEMMA NEW, que obtuvo de su batuta todos los bellos momentos de esa GRAN SINFONÍA.
Nicolás empiezo ahora a ver tus poemas, he tenido el ordenador estropeado. Un articulo muy interesante. Espero que estéis bien. Un saludo