LA BALLENA ROSA Y EL DELFÍN AZUL (2ª entrega)


Lo que no me contó fue como llegó hasta allí, pues me dijo que una vez que se vio dentro de aquel lugar se encontró con un anciano, y fue la primera persona que él vio. Este anciano le contó algo tan desgarrador que no pudo por menos, me refiero a Ratiplín, que contármelo a mí, antes de la famosa leyenda y que en realidad dio origen a este relato, o sea, que después de tan triste vivencia de aquel anciano Ratiplín contó lo que a su vez le contó también el mismo anciano, pero eso sí, de una manera mucho más relajada, ya que había logrado vaciar su ser de aquellas tan desgarradoras vivencias, que durante toda su vida le había impedido ni tan siquiera respirar con la complacencia que se le debe a este acto.

Pasó un poco de tiempo y parecía como si Ratiplín quisiera eludir aquella tan desgarradora, según él vivencia, y que tuvo aquel anciano pero fui yo el que insistió por puro conocimiento en que me lo contase a mí, y es por eso por lo que os lo puedo contar a vosotros.

Resulta que aquel anciano, que se llamaba Lasinco, era cuando reveló su melancólico secreto, el más anciano de todos los de aquella ciudad, lo que significaba que había permanecido más de dos tercios de una prolongada y particular vida con un desgarramiento interior, que en la medida en que esa particular vida se consumía, afloraba a la vista de los demás como una melancolía, y que hacía muy difícil incluso poderle ayudar, porque casi nadie podía entenderle.

Sirva todo para entender primero el secreto y después la leyenda de Lasinco.

Lasinco nació en aquel pueblecito casi rodeado por aquella manga, y del todo por el mar azul, y que lindaba a través de aquel indescriptible puente con la gran ciudad, como ya se ha dicho, y que Ratiplín dio categoría de ciudad y que más adelante, cuando lleguemos al relato de la leyenda os diré como era en realidad el lugar donde el anciano Lasinco vivía y como he dicho nacío.

Él nació en el seno de una numerosa familia y fue creciendo en medio de no grandes dificultades, ya que en aquella ciudadita no había lugar para ellos, pero cuando se asomaba al mundo exterior y así fue con todos esos paseos con retorno como se hico mayor. Pero también, eso sí desarrollo esa extraña sensibilidad que casi nadie comprendía. Él le dijo a Ratiplín que su máxima preocupación eran todos sus semejantes y a su vez deseaba no el reconocimiento, ya que ello era prácticamente imposible, pues en definitiva no dejaba de ser un sentimiento y por desgracia como él decía “todo sentimiento para que lo sea ha de ser interior y no se puede compartir con nadie”, pero aún así él se esforzaba en inspirar confianza.

Esto me dijo que era su verdad, pues desde que tuvo uso de razón, o desde que pensó por vez primera, ese primer pensamiento fue hacia sus semejantes, y desde que tuvo sus primeras energías éstas se consumieron tratando de conseguir esa confianza que tanto deseaba y deseó a lo largo de toda la vida, su vida, en este caso la de Lasinco.

Yo le pedí a Ratiplín que me contase un poco, porque si seguía así me iba a hacer un pequeño lío. Me faltaba entendimiento para saber quien realmente me estaba contando algo, pero Ratiplín en su intención armoniosa dijo que no me preocupase, y que todo quedaría en su debido lugar. Como él se permitía algunas licencias “pretenciosas”, y sobre todo dijo que él daba a sus mayores de estatura y de edad, como es en este caso, él le dio a Lascinco el privilegio del respeto, así que decidió que fuera éste el protagonista de este relato o leyenda.

CONTINUARÁ…

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