Parte III
Después de esos procesos hay que entrar en materia de legislación y adecuar las penas al daño causado por los pirómanos.
Me voy a permitir poner un ejemplo gráfico de una experiencia vivida durante unos veinticinco años yendo todos los veranos a un pueblo de la provincia de Burgos llamado HONTORIA DEL PINAR -con tal nombre se supone que este pueblo estaba rodeado de pinos con una extensión de varios kilómetros a la redonda-.
O sea que en el término municipal de Hontoria del Pinar había más pinos que en cualquier otro pueblo y en los veinticinco veranos que pasé en aquel lugar, jamás hubo un incendio, ¿Por qué no había incendios en ese pueblo? porque allí todos los vecinos eran propietarios de esos pinos ya que el Pinar pertenecía al pueblo a través de su ayuntamiento. El cual tenía el usufructo de la corta de dichos pinos.
Con lo cual los vecinos aparte de no pagar ninguna tasa de ningún tipo, recibían del ayuntamiento cuando se hacía la corta de los pinos, cada año, entre cuarenta y sesenta mil de las antiguas pesetas que en esos tiempos era mucho dinerito.
Con lo cual cuidaban los pinares como si fueran suyos que lo eran -de esa forma se cumplía el eslogan del Franquismo “cuando el monte se quema, algo suyo se quema”- y añadir lo dicho en el periódico satírico de Hermano Lobo: Señor CONDE.
Ahora, que el factor más difícil de todos, es el maldito mimetismo que cuando es negativo y francamente peligroso ya que se puede prender un incendio por pura imitación, y la única posibilidad de que se consiga detener al pirómano será porque haya cometido algún fallo en su maldita intención, pero siempre a posteriori.
Una solución para cuando no se tiene un pinar y en consecuencia no recibes anualmente absolutamente ninguna paga de tu ayuntamiento:
La primera sería que los pirómanos recibieran un juicio rápido y una vez cumplidas las condenas, si han sido condenados, saldrían libres pero les obligaran a llevar un distintivo que reconociera que es un pirómano.
Esta propuesta alguien puede pensar que es dura, pero es muchísimo más duro ver a personas que están en los últimos peldaños de sus vidas y se quedan sin ni siquiera esperanza. Eso es para todas esas personas, que arrasadas todas sus pertenencias, y que se quedan en un vacío existencial y en consecuencia no hay ningún consuelo para ellas. Eso es lo peor que le puede pasar a un ser humano.
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El anfitrión o anfitriona toma el libro y pregunta a cada una de las personas que componen la reunión, que digan un número de 1 al 1001 y la persona que tiene el libro lo busca y una vez localizado, lee la reflexión en voz alta y han de estar de acuerdo con el texto de la reflexión leída y si hay alguien que no lo esté debe razonar el por qué no lo está.