RATIPLÍN
(1ª entrega)

Esta es la historia de un enanito que se llamaba RATIPLÍN. Resulta que Ratiplín era un enanito muy simpático, que toda su vida la había dedicado al Circo. En él comía, en él dormía y en él había nacido, y como a la hora de contar esta historia Ratiplín era algo mayor -de edad, queremos decir-, pues como antes hemos dicho, Ratiplín era un enanito, pues ya tenía sus manías, pero las manías de Ratiplín fueron siempre acompañadas de las dulzuras que un alma grande y sensible proporcionaba.

El Circo donde Ratiplín había nacido y donde vivió y trabajó toda su vida, era como todos los Circos, pero quizás había algo en él que hacía que cuando uno se encontraba dentro el mundo era sólo, eso. El Circo, también es verdad que yo solo había visto el mundo que nos traía el circo. ¡Perdón amiguitos!, me olvidaba de las manías de Ratiplín. Pero no temáis, que no os voy a cansar con ellas, solo citaré una, ya que por ser quizás la más tierna de todas, -aunque para mí, más que una manía, fue un deseo-, aunque Ratiplín siempre decía que era su gran manía. Bueno manía ó deseo allá voy.
Resulta que quería que cuando él muriese, le subieran al «Trapecio» en una cuna, en su cuna, pues él tuvo la felicidad de no abandonar nunca la cuna donde nació. Para él había dos cosas que centraron toda la atención de su vida. Estas fueron: El Trapecio y los Niños, todos los niños, verán entonces cómo a lo largo de toda esta historia Ratiplín vive con y para los niños y · con su mirada siempre en la «Carpa· del Circo, pues es donde se cuelgan los «Trapecios».

De esta manera Ratiplín podría decir su último adiós en el Circo y desde lo alto del Trapecio. Ese día quería que el Circo estuviera lleno de Niños, pero lleno, -hasta rebosar- como el día más alegre de su vida y también el más triste. Ese día digamos, es lo que da motivo a esta historia pero aún siendo el más importante para Ratiplín, no sólo vamos a contar la historia de ese día, sino que intentaremos contar un poquitín parte de todas las cosas que ocurrieron en la vida de Ratiplín.

Como hemos dicho amiguitos, Ratiplín había nacido en el Circo y es allí donde empiezan sus aventuras, o lo que es mejor, -tiernas aventuras-.
Cuando nació, como era tan pequeño, a los niños del Circo les hacía mucha gracia y siempre estaban cerca del carromato donde vivía con el fin de poderlo ver. Y, como era tan diminuto los niños empezaron a llamarle Ratiplín, y fue de ésa manera como Ratiplín fue “bautizado”.

A medida que iba haciéndose mayor, o lo que es mejor, iba cumpliendo años, a él le gustaba el nombre que le habían dado, pues él comprendió que su nombre le sentaba pero muy requetebién, pero además como sentía tanto amor hacia los niños y puesto que habían sido ellos los que le habían bautizado, razón de más para que estuviese contento con su nombre.

Ratiplín, empezó a crecer de poquito en poquito con los niños del circo, con ellos jugaba y ellos a su vez lo protegían por ser el más pequeñín del grupo. En los viajes de ciudad en ciudad y pueblo en pueblo, todos los niños querían que Ratiplín fuera en su carromato, pues en el de Ratiplín no cabían todos, pero Ratiplín se lo pasaba siempre 11 pipa11 ya que durante el camino, en cualquier carromato de alguno de los niños le daban golosinas y el papá de turno le contaba siempre la historia del lugar a donde se dirigían, pues como todos ya sabemos amiguitos, todos los pueblos y ciudades siempre tienen su historia para poder contar.

Como los papás de los niños del circo habían recorrido muchas veces todas las ciudades y pueblos a donde se dirigían, qué duda cabe que conocían todas las historias de todos los lugares. Estas historias le encantaban a Ratiplín, pues, mientras las contaban, se quedaba embobado y con la boquita abierta.
Ratiplín, fue viajando y viajando de lugar en lugar y conociendo todos los lugares y como además había aprendido muchas cosas de esas historias que contaban los papás de los niños del Circo, -fue de esta forma como llegó a conocer a las personas-, pero, cuando había adquirido un conocimiento profundo de las mismas, entonces Ratiplín se quedó con los niños, no es que Ratiplín tuviera manía a las personas mayores, pero pensó que por su estatura se podría desenvolver mejor en el mundo de los niños, a lo mejor puede que existiesen otras razones, pero a mí Ratiplín, jamás me las confesó, y por tanto no voy a hacer ningún comentario gratuito al respecto de ésta, su historia.

No penséis amiguitos que tampoco yo voy a contar toda la historia de Ratiplín, puesto que fue larga y pródiga de vivencias.

Como comprenderéis. la vida que llevó Ratiplín fue de constantes aventuras en sí, pequeñas aventuras. El decía que en el mundo del Circo a él solo le gustaba protagonizar las pequeñas aventuras.

Bueno amiguitos, creo que debiera contar por lo menos alguna de esas aventuras, antes de entrar en lo que ya os he dicho sobre el gran día, o sea el día más alegre y el más triste, por ejemplo, recuerdo que había en el Circo un poney blanco, con muchas manchas negras. Una de las manchas la tenía en la frente y era muy redondita. Como era blanco y tenía tantas manchas negras parecía un Dálmata, la cola era larga, larga; casi le arrastraba por el suelo y el poney tenía un poquito de mal genio para defenderse de todas las travesuras que le hacían los niños del Circo. Pero con Ratiplín nunca se enfadó. También es verdad, que Ratiplín no le hacía enfadar, aunque algunas veces, por complacer a los demás niños le pisase la cola, pero el poney lo comprendía y además el piececillo de Ratiplín no le hacía daño. Yo creo, que el poney se entendía tan bien con Ratiplín, porque al ser un caballo enano y Ratiplín un enanito, pues pensaría que en cierta medida los dos habían venido al mundo con el mismo destino.

Cuando el poney murió. Ratiplín y todos los niños se quedaron muy tristes.

CONTINUARÁ…

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