Cuando volvieron a recomenzar con su actividad yo ya tenía cuatro o cinco años. Recuerdo las instalaciones para hacer pan. Estas estructuras eran muy rudimentarias y las construyeron mis propios tíos al principio de los años cuarenta.
La pila donde se amasaba era de mampostería de forma redondeada con altura suficiente para que una persona adulta pudiera trabajar de pie. La profundidad sería de unos cuarenta centímetros y allí era donde se vertían los ingredientes como primer proceso para conseguir la masa. Este hueco era también de mampostería pero eso sí, tenía un acabado de cemento con un grosor suficiente que le permitía soportar una gran rueda de piedra de las que se usan también en los molinos. Esta piedra estaba engarzada al eje central y a su vez salían del mismo unos arneses que se enganchaban a un animal, en este caso, a un burro. Era un animal espléndido, tanto que parecía un mulo de lo grande que era.
Con todo este rudimentario mecanismo se producía, como ya he comentado, el primer proceso. O sea que como se puede observar allí disponíamos de una auténtica artesa, del principio al fin. ¿Por qué era redonda? Para que el animal pudiera girar a su alrededor y para que pudiera ejercer esa tarea se le tapaban los ojos con un antifaz de esparto, entonces giraba continuamente durante horas y no se mareaba. Esta fuerza o tracción también servía, mediante unas poleas de transmisión, para alimentar una maquina que tenía una tolva y dos grandes cilindros. Éstos estaban muy juntos uno del otro dejando muy poco espacio entre ellos. Esta máquina era la que aportaba el proceso final a la masa para luego manipularla y poder hacer los distintos tipos de panes. Tengo que aclarar que esta labor era de refinamiento, trabajo que hacia la única persona ajena a la familia. Se llamaba Curro -así le llamaban todos-. En su momento volveré a hablar de Curro.
Quiero aclarar un poco más el primer proceso, ya que creo que me he extendido más en las instalaciones básicas.