Mi compadre era una persona muy vinculada al mundo del clavelito, es decir, a la tuna universitaria. Esto fue una historia y un embolado que es difícil de explicar pero aún así trataré de hacerlo de tal forma que tanto ustedes como yo, logremos entenderlo esa es mi voluntad, y mi propósito.
Había en la calle Bordadores un bar restaurante llamado, Los Camborios y una taberna andaluza también llamada con el mismo nombre pero esta estaba en la calle Flor Baja prácticamente en la misma Gran Vía. El dueño de ambos establecimientos, un tal Cipriano cordobés, abogado y en sus ratos libres que eran casi todos al alterne terminando siempre en “borrachera” como quiera que estas parrandas terminaban siempre en el de la calle Bordadores , porque allí el encargado un tal Rufino era un tipo simpatiquísimo que servía para animar cualquier velada. Antes de seguir hablando de Rufino prefiero seguir con el amigo Cipriano que en la gloria este. Cipriano era un tipo fuera de lo común con su porte de señorito andaluz y con una estatura por encima de la media, pues estaba encantadísimo de haberse conocido, y por el trato a los demás, su facilidad de discurso podría haber sido un perfecto relaciones publicas, aunque todas estas cualidades las usaba en su profesión, que era la de abogado.
Los dos establecimientos Camborios, no daban para sustentar la vida que él pretendía sostener y con la abogacía, menos ya que no tenía tiempo para pisar su despacho y menos aún los juzgados de Madrid. ¿Entonces que hizo? Vendió el 50% del establecimiento de la calle Bordadores a un grupo de tunos actuales y veteranos y se constituyo una sociedad anónima con participaciones o títulos de a 5000 ptas. Cada título o participación. Como la nómina que compraron dichos títulos era bastante extensa sobre todo entre los veteranos encabezados, por el famoso Dr. Rosado aquel que veíamos los domingos por la tarde y entre los muchos consejos que nos daba, nos decía que, las zanahorias eran buenísimas para todo. Otra persona que lideró aquella buena intención fue Emilio de la Cruz muy vinculado al mundo de la tuna al igual que mi compañero Emilio Oliva, que fue quien realmente me convenció para que me hiciera cargo de aquella amalgama de propiedades, como de criterios. Todo esto era fruto de la habilidad que había tenido el “insigne” cordobés que le había vendido la idea de que con 5.000 ptas. Podían consumir gratis durante todo el día pues para algo eran propietarios.
Una vez aclarada en cierta medida la situación y habiendo comprado a Cipriano la taberna andaluza de la calle Flor Baja y recomprando todos los títulos, que habían comprado individualmente los tunos nos quedamos solo tres, Manolo Ramírez un paisano suyo que no recuerdo su nombre y un servidor.
En Bordadores, volvimos a ponerle de nuevo los Camborios ya que los tunos lo cambiaron para ponerle GAUDEO.
Este local, tenía muchas posibilidades al entrar desde la calle, a la izquierda estaba el bar con una barra corrida que llegaba hasta casi el fondo. Desde ahí y mediante una escalera se bajaba a un primer nivel que es donde estaba el comedor principal y también estaban las cocinas, y desde ese nivel por medio de otra escalera se bajaba a las dos cuevas que la verdad tenían un bonito encanto.