Después de la triste experiencia de IEP Automatismo y sus temporizadores me vi sin proyecto y sin trabajo, recurrí a ver lo que publicaban los periódicos en lo que se refiere a ofertas laborales, y de todas las que traían yo seleccione una, que considere que se adecuaba a mi perfil, que es como se utiliza ahora y concerté una entrevista de la cual salí contratado.
La empresa se denominaba FAVIA, y tenía sus oficinas en la calle San Quintín, esquina a Bailén, justo en frente al Palacio Real. La verdad es que aquello no tenía mala pinta, pero cuando fui entrando, en todo su entramado observe que era posible la caza del cachorrito de leones.
Favia, fue una empresa industrial que se había fundado en los años cincuenta y producía fundamentalmente, material auxiliar para RENFE, y también hizo para el sector de la automoción, para la agricultura una serie limitada de mini-tractores. Todo ello se desarrollaban en una naves que estaban ubicados en el arranque del mismo paseo de Extremadura, viendo que con aquellas instalaciones, rudimentarias y obsoletas, no podían desarrollar los planes de futuro, ¿Qué hicieron? Buscaron un mirlo por lo menos marrón y lo encontraron, sin tener que buscar mucho ya que lo encontraron en el propio jefe de personal, vendiéndole la empresa por un mínimo precio simbólico, y así no tener que afrontar, ningún despido de personal, ni tampoco afrontar ningún tipo de indemnización. Con esta jugada, los primitivos dueños y accionistas se vieron libres para desarrollar otra empresa más acorde, con los planes de desarrollo que se estaban perfilando en España.
Nuestro mirlo marrón era un tal Sr. Sánchez el cual, me había contratado para hacerme cargo de los asuntos comerciales y paradójicamente, había muchos y alguno de especial calado. Todos los días se producían llamadas telefónicas de distintas partes del mundo, esto fue fruto de los gestores anteriores, no en balde, entre los fundadores de FAVIA había varios exministros de FRANCO.
Ante aquella situación, pensé que se daban unas magnificas circunstancias para implantar, un modelo de empresa industrial pero de servicios, ya que los pedidos en firme no dejaban de entrar, así como peticiones de presupuestos, de distintos equipos auxiliares. Para todo ello concerté y negocié, con unos talleres industriales que estaban en la carretera de Toledo y que tenían capacidad suficiente para acometer aquel proyecto. Pero cuando yo realmente me di cuenta de que todo lo que había hecho no servía para nada pues el Sr. Sánchez, de lo que estaba realmente interesado era en hacer dinero, liquidando todo lo poco que iba quedando así como coleccionar pedidos y también hablar por teléfono de persona a persona a distintos continentes.