Parvulito
Empecé el colegio a los tres o cuatro años como parvulito. El colegio era sólo de chicas y a él iban mis hermanas mayores pero admitían también niños en la clase de los más pequeños. La escuela para chicos estaba en otra calle, también cerca.
Mi primera tutora se llamaba Dª Rosa y era la auxiliar de Dº Pastora, que era la profesora titular. Con la primera fue la época más feliz de mi vida escolar y fue ella quien me enseñó a leer y a escribir, eso sí, en cuadernos de dos rayas, tanto era así que mi madre estaba fascinada conmigo. He de reconocer que fue la dulzura de Dº Rosa la que obró el “milagro” y quiero hacer esta observación porque después mi vida escolar fue un desastre total, como comentaré más adelante.
Ahora quiero presentar a mi familia. En primer lugar a mi abuela, mamá Rosario. Quedó viuda con trece hijos: Adela (mi madre), Rosarito, Rafaela, Angelita, Nicolás, Paco, Julio, Manolo, Matilde (murió con un añito), Juan, Rafael, Eloísa (que ha sido mi memoria viva a sus 86 años) y Miguel. Todos los demás hermanos han fallecido ya.
A mi mamá Rosario, Al quedarse viuda con doce hijos -ya que Matildita murió muy pequeñita- no le quedó más remedio que asumir el matriarcado y ¡de qué manera lo asumió! Cuando murió su marido no quedaba nada de su herencia que, aunque no muy abundante, le sirvió para ayudar a criar a sus doce hijos. Además se quedó sin los ingresos de su marido como secretario del ayuntamiento. Creo que le quedó una pensión -aunque esto no puedo asegurarlo-. Fue entonces cuando decidió montar en su gran casa la panadería donde puso a trabajar a sus hijos, sobre todo a los varones.
Mamá Rosario poseía una gran calidad humana, era firme y templada y con un carácter que la hacía única. Todos los que la conocían la querían. Yo la quise con pasión y pasé junto a ella mis primeros quince años. Después, ya en Madrid, nunca pasé una semana sin ir a verla y llevarle una latita de jamón york de la marca Noel. Inclusive cuando vinieron por primera vez a Madrid ella y mis tías vivieron en la calle Vizcaya y yo iba a dormir allí todas las noches. Esto sólo duró unos meses, pues enseguida se mudaron a la calle Libertad, a una casa más grande o mejor dicho, a un piso con más habitaciones, éstas les sirvieron de ayuda ya que las alquilaban a eventuales huéspedes.