El tío Rafael.
Tuvo mucho tiempo una novia llamada Anita, dependienta de una confitería, estuvieron muchos años de novios y al final decidieron casarse. Después decidieron trasladarse a Inglaterra, concretamente a una ciudad cercana a Londres donde formaron su primer hogar y tuvieron a su primera hija: Charito. Esa “aventura” duró unos cuantos años. Después regresaron a España y se establecieron en la ciudad imperial de Toledo. Trajeron unos ahorros de Inglaterra pues allí trabajaron los dos. Se instalaron y allí, en su nuevo hogar, nacieron sus otros dos hijos: Toni y Eduardito. Su primera aventura para mantenerse fue invertir parte de sus ahorros en un negocio que ya tenía mi hermano Eduardo -de mi hermano Eduardo escribiré a su debido tiempo-. Aquello terminó como era de esperar: mal.
Después pusieron una pequeña droguería en una barriada de la ciudad y fueron defendiéndose y sacando su familia adelante. Esto duró unos siete años. Entonces decidieron marcharse toda la familia -que ya eran cinco- a Castellón. ¿Por qué a Castellón? Porque en dicha ciudad tenían un gran apoyo, pues tres hermanos de Anita, su mujer, estaban muy bien situados en la capital de la plana. El mayor, Antonio, era el jefe de Telégrafos y los otros dos hermanos también trabajaban en buenos puestos de la misma institución estatal: Charito y Paco, con toda su influencia lograron que mi tío Rafael ingresara también en Telégrafos. Antes de seguir, deseo hacer una precisión: no tuvieron tres hijos sino cuatro, al último le llamaron Benjamín. Allí vivieron el resto de sus vidas, criando a sus hijos, pues todavía eran pequeños cuando llegaron. También abrieron otra droguería que compatibilizaba con su trabajo y con la colaboración de su esposa Anita.
Tampoco pudo ver a sus hijos mayores, pues por desgracia murió dejando viuda a Anita que terminó de hacer esa hermosa tarea- criar a sus hijos- y lo consiguió con creces pues todos, a día de hoy, están bien situados en la vida. Descanse en la paz de Dios.