LAS VIVENCIAS VIVIDAS Y LAS VIVENCIAS CONTADAS

El relato de mis vivencias es extenso así lo hago en mis memorias que estoy publicando en ésta mi página web. Por lo tanto me voy a centrar en las generaciones anteriores más próximas a la mía propia; de las siguientes ya me ocuparé.
El mes de agosto solía pasarlo en un pueblo de Castilla, llamado Hontoria del Pinar. Este lugar al igual que la mayoría de estos pueblos castellanos están muy escasos de población como todo el mundo sabe y la poca que existe son personas mayores con las cuales echaba largas parrafadas.
Por su nombre, este lugar indica que hay extensos pinares en un perímetro de varios kilómetros a su alrededor.
Dándose la circunstancia de que todos los habitantes del lugar tenían una renta vitalicia anualmente de unas buenas miles de las antiguas pesetas. Esto se producía, como decían los lugareños cuando se producía la corta, la corta era cortar aquellos pinos que según el criterio de los ingenieros de montes eran válidos para madera. Estos pinos, se vendían a empresarios de aserradores, produciendo la liquidez necesaria para financiar todos los gastos fijos del ayuntamiento incluidos los de los vecinos, con lo cual éstos no tenían que pagar ningún tipo de tasa a ese ayuntamiento, sino que era el propio consistorio el que sostenía esa renta vitalicia la cual ya he mencionado.
Moraleja: Hontoria del Pinar con unos pinares impresionantes, en treinta años en que pasé mis veraneos allí jamás hubo un incendió porque en este lugar se daba ese refrán de la década de los setenta que decía: CUANDO EL MONTE SE QUEMA, ALGO SUYO SE QUEMA.
En este maravilloso lugar como es Hontoria del Pinar en los largos agostos y en mis visitas durante los que fui a este pueblo castellano, hice muchas amistades sobre todo con los lugareños de mayor edad, que me contaban sus vivencias en la primera mitad del siglo XX. Que era cuando ellos estaban en activo, en sus respectivas ocupaciones y como la principal era la madera y la segunda estrechamente ligada a la primera, como era la resina. Durante el buen tiempo, se dedicaban a llevar madera a Palencia y hacían el trueque por trigo y con la resina la llevaban a una fábrica que establecieron en el pueblo en la que hacían derivados para productos de limpieza concretamente lejía.
¿Cómo se producía la primera actividad, la del trueque de madera por cereal concretamente, trigo? Pues muy “sencillito” cargaban el carro ya dispuesto con todos sus arreos y lo cargaban de madera hasta los topes y con sus correspondientes viandas para los días que duraba la ida y la vuelta.
¿Cómo eran los viajes? -desde luego en el Ave no. Eran auténticas odiseas- pero durante los días que tardaban los mulos en llegar a Palencia y en volver a Hontoria dormían debajo del carro, como las demás cosas.
De todos esos hombres y de sus esposas salían otras generaciones, que fueron primero a la escuela local y con la ayuda de los propios maestros que daban clases particulares fuera de los horarios lectivos, pudieron hacer el bachiller, y después llegar a la Universidad para hacerse grandes profesionales.
Mi generación viva -estoy próximo a los ochenta años- creo que es la que más cambios ha vivido en todos los órdenes de la vida, tanto sociales, económicos, de bienestar y sobre todo de desarrollos técnicos. Desde que hemos tenido uso de razón a partir de la segunda mitad del siglo XX hemos visto y usado de todo, hasta lo más inimaginable.
Teniendo en cuenta de dónde venimos, desde llamarles a los padres de usted, ver una recua de burros equipados con dos serones, uno en cada lado llenos de arena, para construir una casa. O como se hacía el pan en aquellas tahonas -como se les llama ahora- que se consideraban mecánicas, porque no amasaban a mano como lo hacían anteriormente. Para ello se valían de algún artilugio basado en el principio de cómo se molía el trigo para hacer harina, y por supuesto con la energía de un animal.
Sólo se libraban de amasar, tarea que más esfuerzo requería, en todo el proceso de elaboración del pan.
Como segaban los campos de trigo o de cualquier otro cereal y como se transportaban a los graneros, los que lo habían sembrado y cosechado, para luego convertirlo en harina para poder hacer el pan para alimentar a tanta gente.
Todo lo que he escrito hasta aquí no es más que una pincelada de unos tiempos afortunadamente ya pasados, pero hemos entrado en otros, los modernos casi sin darnos cuenta en un abrir y cerrar de ojos y gracias a nuestros nietos que nos han puesto un poco al día de algunas de las inmensas tecnologías que son imprescindibles en éste siglo XXI.
Pero aún poseyendo tanta y tan alta tecnología, resulta que aparece un bichito tan pequeño que solo es visible en un microscopio y pone a todo el mundo del revés y todo ese desarrollo y bienestar económico en principio, se va al traste hasta que no se encuentre la vacuna adecuada a ese bichito que tiene por nombre COVID-19.
Estas circunstancias tristes si sirven para algo, que sean para reflexionar que no somos ni invulnerables ni inmortales -esto es lo que en tiempos del Imperio romano les decían a los generales a través de un atriense cuando entraban triunfantes en Roma.
Nosotros no somos Generales Romanos, pero creemos que somos el ombligo del universo.

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