LAS MIL Y UNA REFLEXIONES PARTE XXVII

580) La máxima optimización, fue aquella que se produjo, con los panes y los peces.

581) Tener la conciencia tranquila es asumir, con resignación, todas las circunstancias de la vida.

582) No es igual tener fe, que creer la fe, no tiene reserva, las creencias están limitadas a lo que te transmitan otros.

583) La moralidad es algo magnifico, porque vierte sobre todas las personas la propia justicia moral de cada individuo.

584) El buen humor ayuda a vivir, el mal humor, ayuda también, pero a no dejar vivir.

585) No es cuestión de plantearse absolutamente nada, sino hacer uso de la capacidad que nos ha sido dada.

586) La diligencia es una cosa y otra muy distinta la precipitación, la primera es esmero, la segunda es puro desorden.

587) No pierdas tiempo buscando los enemigos fuera, cuando los tienes adentro y además son los peores.

588) El que da todo lo que tiene, aunque sea poco, es el que más da.

589) Si juzga a los demás, es un acto poco loable, pero si además, prejuzga, no solo no es loable, sino que es del todo indigno.

590) La sostenibilidad, esta palabra de poco recorrido en el pasado, se está implantado en el presente a una velocidad de vértigo.

591) Los insensatos corren riesgos innecesarios, por lo tanto no se justifican.

592) Dice el Dr. Rojas Marcos que hablar es bueno para la autoestima: yo digo que también es estupendo que los demás te escuchen y aprecien lo que tú dices.

593) La mujer bella, si además posee inteligencia, es la belleza elevada al cubo.

594) Si mezclamos en una coctelera, la ignorancia con la maldad, seguro que nos sale un coctel que con solo probarlo, seguro que también nos infringiría un agudo dolor.

595) El intransigente, si no tiene donde elegir, se lleva grandes frustraciones.

596) El transigente en las mismas circunstancias asume los hechos.

597) Alguien dijo: no hay peor cuña que la de la propia madera, pero si es palo de santo no te importa que te acuñen.

598) El esplendor viene después, de haber hecho las cosas bien hechas.

599) La elegancia no está en el vestir a la última, sino en los gestos: Arturo Fernández fue el maestro de maestros.

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