¿Dónde está la nobleza en la política? Los pueblos, en la medida que fueron evolucionando, inventaron un sistema para ayudarse unos a otros que lo llamarón política como consecuencia de su agrupación en ciudades -las polis-.
En principio la idea no podía ser más noble y práctica, pero por desgracia, todo degenera y como ha pasado muchos siglos desde entonces, la degeneración ha sido muy importante.
Hoy en día aquella idea noble de ayudar a las personas mediante la organización y la agrupación, queda sólo en las ideologías que también fueron inventadas de tal forma que son las únicas que prevalecen y perduran, por supuesto echando fuera de la política lo más grandioso que ésta tenía: la grandeza y la nobleza.
Hoy los partidos políticos son lo más parecido a una secta y que estas sectas fueron anteriores a estos políticos – en este caso se cumple la parábola – de que en el reino de los cielos los últimos serán los primeros -vaya si se cumple-.
Estamos de acuerdo en que en toda organización ha de haber un líder máximo con sus correspondientes cuadros. Pero que estas organizaciones o partidos políticos sirvan fundamentalmente para derribar o anular a sus adversarios, como si esos adversarios fueran la peste que retorna, sin tan siquiera tener en cuenta que lo que están haciendo es el bien de todos, incluidos lo que no ven más allá de sus propias narices.
Eso importa una higa, de lo que se trata es de machacar al adversario y si es posible anularlo y poder ejercer el poder por aclamación, y seguir siendo el más bello, a costa de esa aclamación tan necesaria para unas personas tan narcisistas como son, salvo excepciones todos los que se precien de líderes.
Lo de la inteligencia y el sentido práctico puede esperar ya que esos dos factores son básicos para la gobernación de los pueblos y en consecuencia, la posibilidad de que los gobernados vivan mejor, eso cuenta menos.
Sería un fastidio ya que los gobernados están contentos por el momento y no hay porque alterarles su “sarna” -de ahí lo de sarna con gusto no pica – pero que nadie se confíe termina mortificando.