En una ciudad de encantos
con su lluvia y sus cruceros
llegó este forastero
a postrarse ante el Santo.
Ante él en aquel momento
ofrecí sin desaliento
el amor que anidaba dentro.
Esta prueba a mí me vino
sin pensar en el destino
cuando recorría el camino.
Hoy la dicha yo la siento
como premio a aquel desaliento.
Gracias Santiago
tú me la has guardado
yo la he encontrado.