
Cuando vio en qué consistía dicho desayuno, se le cayeron los palos del sombrajo. Estuvo yendo a desayunar muy pocos días, pero seguía haciendo sus obligaciones sin faltar ninguno. Cuando la comunidad de monjas que regían la IGLESIA y el HOSPITAL se dieron cuenta de que el monaguillo se iba sin tomarse aquella bazofia de café y el mendrugo de pan duro que calentaban en el horno, comentaron a la monja encargada del culto que le preguntaran por qué no desayunaba, y le contestó el monaguillo que en su casa desayunaba mejor, – cosa que no era verdad-.
A partir de ese día, de lo que servían a la comunidad le apartaban en una bandeja su desayuno, que a partir de entonces consistió diariamente en café en una jarrita y leche en otra, un azucarero, tostadas con mantequilla y mermelada, y los domingos, su huevo frito con su correspondiente choricito. Y en vez de en la cocina, lo tomaba en la ropería. O sea que él no escupía hacia arriba.
Con este ejemplo de una criatura de 7 años, lo que deseo decir a estos individuos sindicalistas es que ellos sí escupen para arriba, pero lo hacen de tal manera que a quien le cae es a las personas que con sus vidas lo que hacen es vivirla normalmente y no jorobando a los demás, como hacen estos sindicalistas que se aprovechan de la ausencia de una ley de huelga para que la gente normal, que va a sus trabajos y paga sus impuestos, se vea expuesta a coger una enfermedad cuando tienen que pasar por esas montañas de basura putrefactas, que lo que despiden no es otra cosa que enfermedades.
Que lo hagan las izquierdas sindicalistas no nos coge de sorpresa. Lo que sí no se puede entender es que la derecha, que ha gobernado este país en cuatro legislaturas, dos de ellas con mayoría absoluta, no haya puesto en órbita una ley de huelga para que los desmanes de gente sin escrúpulos pudieran ser castigados legalmente.
Por qué cuento la historia del monaguillo: primero, porque es una historia real y retrata a una personita de 7 años con la suficiente inteligencia como para no perjudicar a ninguno de sus semejantes, y además consiguiendo que su reivindicación fuese totalmente un éxito, pero sin dejar que las monjitas dejasen de oír sus misas.
Cuando de lo que se trata es de perjudicar, ahí vale todo. Y que no cambie nada, para seguir haciéndole la puñeta a la gente, aunque sea rodeándolos de basura, dejándola que se putrefacte. Y además tienen la cara dura de divertirse con el mal que provocan estos miserables sindicalistas.
ESTE ESCRITO ES MERA OPINIÓN DE LA INFORMACIÓN QUE RECIBO. Y, EN CONSECUENCIA, ES MI OPINIÓN.
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22.04.2025