A quién favorece y a quién perjudica, en principio no favorecen a nadie, pues el país que los implanta, a no ser que sufra una competencia extraordinaria con determinados productos, o conciertas materias primas, y de alguna manera proteja a esos sectores de esa atroz competencia.
 
         Pues es evidente que, un país que vende a otro país productos a un precio por debajo de coste, es en cierta medida lógico que se usen ARANCELES para equilibrar el precio al consumidor final, de esta forma el país que tiene mayores costes de producción pueda seguir con sus empresas funcionando y con sus obreros trabajando.
 
         Otro caso es, cuando los dos países tienen los mismos productos y llegan al mercado con el mismo precio al consumidor final, si en alguno de ellos se establece un ARANCEL y no hay contrapartida, el más perjudicado es el país que los establece, ya que el país que vende lo sigue vendiendo al mismo precio que vendía antes de que el país que compra los establezca.
 
         Aún así, no cabe duda de que el país que vende se ve perjudicado también porque sus ventas en el país receptor se verán mermadas por el aumento de precio que produce el ARANCEL.
 
         Con lo cual, lo que se produce es un impuesto estatal para el consumidor final, que en el primer caso puede estar más o menos justificado, pero en el segundo es un impuesto PURO Y DURO, y que antes que después, cuando las gentes, los consumidores en este caso, hagan las cuentas de la vieja se darán cuenta de que manera les toman el pelo y les merman sus bolsillos.
 
 
ESTE ESCRITO ES MERA OPINIÓN DE LA INFORMACIÓN QUE RECIBO. Y EN CONSECUENCIA, ES MI OPINIÓN.
 
 
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