Por cierto, yo tengo que decir también, quizás no para mí en este caso, que yo acabo de llegar, como quien dice, pero este año que ha pasado se ha cumplido el centenario del nacimiento del gran filósofo, y salvo alguna excepción nadie ha resaltado esta transcendental conmemoración. ¿Será acaso porque ese genial hombre ya dijo todo lo que tenía que decir? En cierta forma sí, ya que su certera visión del mundo que le tocó vivir y su profundo conocimiento de la historia supongo que fue lo que le llevó a esa estremecedora reflexión del futuro, hoy nuestro presente. Él, a mi entender, creo que lo que quiso advertir era que todos estábamos en peligro, y al decir todos, quiero decir que lo que nos estamos jugando es la civilización, mi civilización.
Esto es para mí estremecedor y más estremecedor es aún mi obligada resignación, porque yo me pregunto: ¿Qué puedo yo hacer desde mi estado personal?, evidentemente resignarme, ya que cada vez que pienso en este estremecedor problema, llego a la misma conclusión, pues la suerte está ya echada, por no solamente por mi incapacidad, ya que esta es manifiesta y por lo tanto no tiene ninguna importancia. Por otra parte, y aún en el supuesto de que los que hoy rigen nuestro mundo olvidaran sus desavenencias y se pusieran todos de acuerdo para salvar la civilización actual, creo que no dispondrían del tiempo necesario, ni tendrían el suficiente poder, porque con todo ese poder no podrían desandas lo andado, que en este caso es un buen trecho, ya que son dos siglos de recorrido histórico y es en esos dos siglos donde se ha fraguado nuestra irreversible situación.
Esta es una conclusión que pudiera parecer mía a primera vista, pero para ser exactos, es la conclusión a la que he llegado después de hacer leído a Ortega y después también de mis vivencias personales en los últimos años. Llegado hasta aquí continúo y empiezo lo que he denominado mi pretensión, esto es el porqué se ha llegado a este estado tan desesperanzador.
Pienso que la razón fundamental de tan desesperanzadora situación, por la cual estamos, no pasando, sino que nos encontramos en el mismo abismo de ella, es porque el hombre ha invertido su dirección. Es decir sus direcciones, pues para mí estas han sido siempre dos, por consiguiente más que invertir lo que ha hecho es producir un gran desfase entre ambas. Las direcciones del hombre a que me refiero son y han sido su permanente evolución, estas a mi parecer han ido por lo menos hasta principios de este siglo bastante acompasadas, al menos es mi pretensión, a través de la historia de la humanidad; por consiguiente una dirección conducía hacia el interior del hombre y la otra hacia su exterior.
Y como decía, se ha producido desde un cierto tiempo a esta parte que yo más o menos he apreciado desde el comienzo de este siglo hasta el día en que escribo.
Entonces la evolución del hombre al estar compuesta de esas dos direcciones, y por ella conducir los correspondientes valores. Estos valores al estar equilibrados hacían que el hombre se respetara a sí mismo y llegara no sólo a respetar, sino incluso a admirar a su semejante.
¿Pero qué ha ocurrido para que ese tan grande desfase entre una y otra dirección, incluso esa inversión de contenido se haya producido?, ¿Qué mal hemos hecho para que esa fuerza tan devastadora nos haya hecho perder nuestro equilibrio? Todas estas preguntas las hago con la humildad del desconocimiento, pero en ese mi entender no propio, digo que todo es propio de la inconsciencia del hombre.