Otro sector que me resulto muy rentable fue el sector médico, este fue un poco más complicado y para poder llegar hasta ellos, yo lo hacía en los propios hospitales, ya que, había que salvar cierta burocracia y una vez resuelta conseguí hacer mis demostraciones a pequeños grupos de facultativos y aunque la acogida era positiva no era tan entusiasmadamente, como la del personal de salas de los restaurantes. La verdad es que vendí bastantes cursos con lo cual me sirvió para obtener buenos ingresos y además el reconocimiento, del director y su equipo menos uno de ellos que cuando yo expuse mi plan, me dijo que no me iba a comer el Mundo. Cuando me dijo esto no dije absolutamente nada, pero cuando demostré, los resultados obtenidos le dije lo siguiente: para comerme el Mundo han de trocearlo en trozos muy pequeñitos y aun así seleccionando aquellos trocitos que pudiera “digerir”.
Aquel trabajo un tanto circunstancial me sirvió para encontrar otro más estable como fue el hacerlo, en unos laboratorios farmacéuticos. Estando en la presentación y demostración del curso de inglés a grupos de médicos en la maternidad de O’Donnell, entre ellos se encontraba el delegado de Madrid de los laboratorios de INIBSA de La división de maternidad infantil y todo lo relacionado con su dietética. Esta persona se identifico y se presento como Rafael Lorenzo, me dio su tarjeta y me propuso que fuera a su despacho previa llamada de teléfono para poder fijar una hora, que nos viniera bien a ambos. Efectivamente así lo hicimos y tuvimos la entrevista en su despacho de la sede de los laboratorios INIBSA quedando contratado, y empezar unos cursillos de adiestramiento de lo que iba a ser mi cometido como promotor de farmacia y visitador de médicos pediatras, volveré con este tema en el próximo capítulo, ya que lo considero interesante en toda mi trayectoria.
Ahora voy a abordar un tema muy personal, fue reciente a mi accidente cuando me vi sin posibilidad, de afrontar la responsabilidad que moralmente había contraído con la que fue mi novia durante cuatro lindos años. Como seria para mí que estuve durante más de veinticinco años soñando con ella y cuando me despertaba lo pasaba francamente mal hasta que un día cogí el tren, y me fui a Villagarcia de Arosa y me presente en su casa para pedirla perdón y gracias a ello terminaron mis “pesadillas”.