
Ratiplín al darse cuenta de que los niños estaban
solos y no estaban sus papás. comprendió que ese año
no habría dinero para comprar las entradas y se llegó a
emocionar tanto Ratiplín que aún teniendo en cuenta lo
que podía pasar, tomó una decisión, y esta fue que
levantó varias tablas del Circo y por allí fueron pasando
todos los niños del lugar, entonces ¿qué pasó? … El
Circo se llenó, pero como ya hemos dicho se llenó a
rebosar y todos eran niños.
Como el empresario tenía por costumbre salir a la
pista del Circo antes de dar comienzo la función, quedó
sorprendido y maravillado de ver los asientos
completos y que por todas partes había niños.
Entonces, frotándose las manos se fue derecho a la
taquilla muy sonriente y satisfecho, preguntando al
taquillero! ¿cuanta recaudación ha habido?, y el
taquillero sorprendido también por la cara de
satisfacción del Empresario, no sabía cómo decirle que
no habían vendido ninguna entrada, -pero el pobre no
tuvo más remedio que decírselo- y, cuando el
empresario lo hubo comprobado, toda su alegría y
comprensión se convirtieron en ira y malhumor, eso no
impidió que los niños no vieran la función, puesto que el
espectáculo ya había dado comienzo, y durante el
tiempo que duraron las actuaciones el empresario
descubrió la verdad.
La ira y el malhumor le iban aumentando, aunque
como buen empresario dejó que transcurriese toda la
función y una vez que ésta acabó, llamó a Ratiplín a su
carromato, allí la escena como os podéis imaginar
amiguitos fue indescriptible. El empresario que era un
hombre alto y corpulento y acostumbrado a mandar y
dirigir, pues la verdad yo no quiero seguir
describiéndola, pues como os he dicho ya os podéis
imaginar lo que ocurrió aquel día en aquel carromato, lo
que sí os puedo afirmar es que aquel día fue el más
triste para Ratiplín.
Como consecuencia de lo ocurrido, se vio obligado a
abandonar el Ci reo, entonces os preguntaréis, ¿qué es
lo que hizo Ratiplín, que toda su vida la había dedicado
al Circo?. Gracias a que los habitantes de aquel lugar le
acogieron de muy buen grado y le ayudaron con lo que
podían y Ratiplín, correspondió con su trabajo.
ayudando en las labores que realizaban en ese lugar.
Unas veces ayudaba a ordeñar, otras a sembrar y así
sucesivamente colaboró con todos los vecinos de aquel
pueblo.
Según iban transcurriendo los meses, en aquel
pueblecillo de casas bajitas y aisladas, todas pintadas
de blanco, donde sus habitantes son gente sencilla y
austera, son hombres del campo, que sólo entienden de
arar la tierra, cuidar sus rebaños y atender sus vacas.
Que cada domingo -su día de fiesta- van vestidos de
nuevo paseando por la plaza, cuentan y cuentan
historias de todo lo que pudo pasarles o del tiempo que