EL LATIGAZO LA FLORIDA
El Gran Parque Moroso, la mayor y mejor escuela de hostelería en lo que se refiere a restauración de mitad del siglo veinte. Este estaba situado en el kilómetro 11,700 de la carretera de La Coruña, y es hoy Los Remos.
Yo me voy a centrar en los años primeros de los sesenta, que es cuando este restaurante estaba en pleno esplendor. Entonces la carretera citada era de una sola vía. También es verdad que había muy poca circulación.
Primero trataré de describir como era el Parque Moroso, estaba ubicado a la distancia de Madrid indicada y era una finca que no puedo calcular su extensión ya entre el propio aparcamiento, más el mini golf y la construcción del restaurante en sí, pues era como comprenderán de enormes dimensiones toda la finca.
El edificio de restauración tenía tres niveles. En el nivel más bajo estaba las cocinas, los cuartos fríos y la bodega. En la principal estaban el office retranqueado, la gran barra, los salones principales que se ampliaban con las terrazas. Estas bordeaban todos los salones principales con sus correspondientes árboles de plátano en todo el perímetro. Como quiera que la edificación estuviera a dos o tres metros del nivel de la carretera, las vistas desde la terraza eran muy agradables. Después estaba la primera planta, que eran todos salones y que se usaban para banquetes y bodas, y para la Nochevieja se usaban las dos plantas.
Como yo trabajaba en el Latigazo, que pertenecía al Parque Moroso, quise ampliar mis conocimientos profesionales trabajando en él, porque como he dicho era una auténtica escuela para todo profesional que se preste. Empecé de ayudante de jefe de rango -para los que no conozcan esta expresión diré que es el lugar y la cantidad de mesas que tiene asignada un camarero y que está bajo su jurisdicción y responsabilidad-, con el tiempo fui jefe de rango los días especiales, domingos y fiestas en invierno, y en verano todos los días. Como yo ya he explicado la cocina de aquellos años no tiene nada en común con la de hoy por ejemplo, tú te podías comer un solomillo de cinco formas distintas o una merluza de seis, no voy a describir dichas formas, sólo decir al respecto que la carta tenía cientos de platos, entre entremeses, primeros platos, segundos y postres, y cada artículo de esa gran carta se servía en fuente de plata redonda y ovalada siempre de forma individual y con su correspondiente campana, para que la comida se enfriara lo menos posible, eso unido a que los platos se tomaban de una mesa caliente, hacia que el comensal tomara su comida de una forma que le era agradable a su paladar. O sea que salían los productos ya elaborados de la cocina en las condiciones ya expuestas y había que emplatarlos delante del cliente y además si lo requería trincharlo o limpiarlo de espinas el pescado que lo requería, por ejemplo una trucha a la Navarra. ¿Se imaginan dar seiscientas o setecientas comidas en esas condiciones?, como podrían ser un Día de la Madre o un Día del Padre. Mi capacidad no llega a tanto para poder expresar lo que era un día de los ya señalados en el Parque Moroso. Lo más agradecido era servir los postres, pues desde preparar una naranja o hacer unos Crep Suset te lucías mucho y te sentías importante.