LA SIEMPRE MALDITA GUERRA

A mis setenta y siete años creo que me puedo considerar adulto, aún así me faltan entendederas para entender el porqué de las guerras, como les ocurre a las personitas que por circunstancias la sufren de cerca. Estos niños que cuando van en éxodo, unos de la mano y otros, los más pequeños, en brazos de sus padres con esas caritas en las que se reflejan tantas cosas que no pueden entender, pero que son el horror, la desesperación, el decirse esto no es real.
En realidad estas criaturitas no tienen capacidad para asimilar todo el sufrimiento que les ha caído encima, pero ese horror les perseguirá toda su vida si es que tienen la “suerte” para poder contarlo.
Yo me pregunto lleno de impotencia y melancolía, como es posible la decisión de provocar una guerra, sea tomada por una persona sola, que es cúspide de toda pirámide de cualquier estado.
O sea que una sola persona puede hacer que mueran cientos de miles de personas entre ellas esos angelitos en plenitud de su inocencia.
Desde mi impotencia maldigo a estos provocadores de guerras que no tienen ningún sentido para las personas de bien. Los maldigo a que el resto de sus vidas sufran al menos la mitad de lo que sufren los niños en toda guerra.
También deseo decir algo sobre otra injusticia, sobre la vida de otros niños que ni tan siquiera tienen la oportunidad de huir de la guerra con sus padres, estos son los que están en el vientre de su madre y no les dan esa posibilidad de escapar del horror.

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