Estando en casa esos tres meses ya mencionados en el dique seco, pero más seco que la mojama, mi esposa, por entonces tenía relación con una empresa de cosmética de Cataluña a través de la delegación en Madrid, cuyo delegado era un tal Pedro García, que en paz descanse. A ella aunque su profesión era la de matrona siempre le gusto mucho la estética, tanto era así que tenía una especie de maletín con todo lo necesario para darles un mejor aspecto a las parturientas, lo cual ellas lo agradecían.
El tal Pedro García que como he dicho era el delegado en Madrid de esta empresa de cosméticos, dijo que quería hablar conmigo para proponerme una colaboración con ellos, y en la entrevista que tuvimos me expreso en qué consistía la colaboración, en el caso de que aceptase. La verdad es que no era gran cosa lo que me ofrecían pero mi situación no era para desperdiciar absolutamente nada, luego en la práctica resulto algo mejor de lo que esperaba, tanto fue así, que viajamos a Barcelona a la central para proponerles quedarnos con la sucursal de Madrid de una manera autónoma.
Con Pedro García hicimos buenas relaciones, además ingrese en un grupo de amigos al cual el pertenecía, todos ellos muy taurinos, tanto era así que el lugar de reunión era una taberna andaluza que denominaban “los tres avisos” donde daban finito y pescadito frito. El dueño había llegado a novillero de ahí el ambiente taurino que tenía todo el local. En San Isidro procurábamos ir a dos corridas, siempre seleccionando las dos mejores del cartel, pues para eso había mucha sapiencia taurina en aquel grupo, tanto fue así que tuve el privilegio de ver cortar tres orejas al maestro de Cama Curro Romero, en una tarde memorable en las ventas, como sería que después de caer un gran chaparrón, no permitió que se suspendiera el festejo, ya que el mismo Curro Romero era el director de lidia esa tarde.