Otro instrumento que utilizamos fue el de un piso que tenía alquilado en la calle Bravo Murillo muy cerquita de la glorieta de Quevedo, el piso era grande tenía siete habitaciones, de las cuales cinco miraban a la calle, con esas cinco tiré los tabiques de todas y también se bajaron los techos quedando un salón rectangular adecuado para poner una pasarela con una decoración adecuada como por ejemplo el lado del fondo del rectángulo, era toda una luna de espejo y alrededor de la pasarela se colocaron sillas plegables pero de las que usan los directores de cine, al suelo se le colocó una moqueta azul intenso que contrastaba con el blanco de las paredes con algún detalle decorativo en las paredes se considero que se había hecho algo un tanto digno para nuestras limitadas posibilidades.
Durante un cierto tiempo fue frecuentado por señoras que ya nos conocían y en seguida creaban ambiente pues el salón tenía una capacidad de hasta dieciocho personas sentadas alrededor de la pasarela. Estos “desfiles” se organizaban una vez por semana al principio y luego se hacían a demanda.
Podría seguir pero prefiero no hacerlo y decir que nos separamos, ella se quedo con su tienda y yo me quede en el piso dando otro enfoque al negocio. Aprovechando aquella estructura mínima que era ideal para mostrar muestrarios de colecciones de distintos fabricantes. Gestionamos captar firmas del ramo para representarlos en Madrid, conseguimos dos fabricantes de moda de señora uno era de Málaga y otro del propio Madrid, ambos con amplios muestrarios sobre todo el de Málaga. También seguíamos con nuestra propia venta al por mayor pero con una nueva modalidad. En vez de vender a las señoras directamente lo hacíamos a las tiendas de segundo nivel, con alguna de ellas introducimos una fórmula muy novedosa que contemplaba en abastecer todo el género necesario para el funcionamiento normal de las características de estas tiendas. Para ello firmábamos un contrato privado en el que se recogían todas las condiciones resumidas de la forma siguiente: después de pagar mercancías, todos los gastos fijos incluyendo el sueldo mensual que se fijaba la dueña cuando hacía de dependienta o de la dependienta cuando no era la dueña en ambos casos las dos partes estábamos de acuerdo. Una vez hechas las cuentas el beneficio se repartía al 50% a cada una de las partes.
Este sistema tenía futuro pues llegamos a tener diez tiendas operando de esta forma y todas estaban operando de manera satisfactoria ante estas circunstancias favorables se podía crecer, ya qué el campo era muy amplio.
Ante estas expectativas había que hacer también otras cosas como por ejemplo entrar en el campo de la confección, sobre todo en aquellas prendas más competitivas, pero este factor que me vi obligado a introducir fue más complejo de lo esperado ya que no tuve en cuenta el viejo refrán que dice – lo barato sale caro – y tanto que no lo tuve en cuenta, pero cuando uno busca con ahínco la economía si no tienes ningún contratiempo es fantástico pero si los tienes te pueden mandar a la cuneta que es lo que nos pasó.