Una persona puede decir mentiras, por supuesto que sí -allá él con su conciencia- lo que no puede nadie es negar la evidencia porque esa actitud es un acto tan criminal como es el no reconocer la verdad de tus semejantes que es como decir que las obras de los demás no tienen ningún valor.
Ayer 30 de marzo me pusieron la primera dosis de la vacuna, como consecuencia de ello tuve la oportunidad de conocer el hospital ENFERMERA ISABEL ZENDAL que es donde me la administraron.
La verdad que he de decir al respecto que quedé impresionado al ver aquellas edificaciones que se veían desde el exterior -que por cierto las vi casi todas ya que hice cola alrededor de su perímetro- en mi próxima visita para que me administren la segunda dosis procuraré que me enseñen el interior con sus correspondientes instalaciones que deben ser tan apabullantes como maravillosas, ya que nadie del submundo de las izquierdas han querido verlas, ni tampoco que las vean personalidades de la Unión Europea -algún que otro espía si las habrá visto-.
Si se cae más bajo se cae directamente en AUSTRALIA, que sería un buen lugar para que todas las personas que no hacen nada más que dañar la convivencia de la inmensa mayoría, estuvieran con la suficiente distancia y allí maquinarían todo lo que les apeteciese haciendo círculos de los cuadrados.
Y que el lindo D. Diego bailase con su pareja -ya que duermen los dos divinamente- el vals de las olas o la pachanga de sus pueblos.
Debo añadir a este comentario que lo poco que puedo observar y ver, fue francamente conmovedor, ya que todo el personal sanitario, fundamentalmente enfermeras, no pisaban el suelo, sino que volaban atendiendo a todas las personas que allí nos encontrábamos. Y la logística que habían diseñado daba esas alas a las enfermeras para hacer esa maravilla de trabajo.
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