EL RECURSO Y EL ERROR

Esto que voy a contar fue un claro ejemplo de ambas cosas.

En la ciudad de Valladolid que fue la que seleccionó mi empresa para implantar un supermercado y que en algo menos de un año operando, dio servicio a las amas de casa de su entorno.

¿Por qué se escogió este supermercado y esta ciudad para hacer la implantación del inventario permanente? Porque de toda la cadena era el que estaba más cerca junto a Valdepeñas y Cuenca de Madrid. También se ponderaron otras ventajas en aquellos tiempos de los que les hablo -eran mediados de los setenta del siglo pasado-.

En esos momentos, que se supiese, no existía en España ninguna cadena de supermercados de las características de la nuestra y menos aún que alguien pretendiera mecanizar la gestión como hicimos nosotros.

¿En qué consistía dicha mecanización? Para tener un inventario permanente de todos los productos que estaban a la venta y sobre todo saber lo que rotaban y lo que es más importante aún, cuanto contribuían al beneficio o a la pérdida, cada uno de esos productos.

En esa época de la que les hablo tenía operativo más de veinte supermercados y francamente iba a ciegas, sólo tenía la información que te da la contabilidad general, que lo que da es el resultado final global.

Ante tal situación decidí investigar a ver si había algo dentro de la informática que pudiera serme de alguna utilidad -recuerdo que estoy hablando de hace casi cincuenta años, medio siglo- y encontré en N.C.R. unos equipos que de acuerdo con su filosofía estaban diseñados para ese tipo de gestión la cual buscaba.

¿En qué consistían dichos equipos? Para cada tienda, en cada pasillo de revisión allí donde había cajas registradoras tradicionales, se cambiaban por terminales, las cuales volcaban los datos de los productos que las amas de casa compraban, a un concentrador de información que estaba en la oficina.

Eso era la primera parte de toda la operación, la segunda era como se recogían esos datos, pues cada terminal contaba con un lector óptico que leía caracteres OCR -estos caracteres se empezaron a usar en los medicamentos en lenguaje BRAILE -y a nosotros nos fabricó METO una etiquetadora que imprimía esos caracteres-.

La tercera operación fue la compra de un gran ordenador que se instaló en Madrid para poder procesar todos los datos que proporcionaban las sucursales y que viajaban concentrados en una casete.
Todo hasta aquí parece fácil, pero no lo fue tanto, sino todo lo contrario.

El primer error fue que decidí hacer la implantación incluida la instalación de los equipos, en un puente largo que hubo en octubre de aquel año y para ello no conté con el personal propio de la tienda, sino que lo hice con el equipo que tenía de implantación e inauguración de nuevas tiendas.

Aparte de la instalación propia de los equipos, que lo hicieron los propios técnicos de N.C.R., todo lo demás que no fue poco, como por ejemplo hacer un inventario general para que el lunes siguiente cuando se abriera la tienda al público, todos esos datos estuvieran capturados.

Esa operación que difícil y trabajosa no fue la peor, pues la más complicada fue, que hubo que reetiquetar todos los productos de la tienda y del almacén. Con las etiquetadoras que nos había fabricado METO y que imprimía los caracteres ya mencionados.

Todo se iba solucionando, inclusive cosas que no se habían previsto, en aquel puente de tres días que gozó España entera menos mi equipo: los técnicos de NCR y un servidor, que prácticamente dormimos muy poco durante aquellos tres días.

Después de todo aquel esfuerzo que duró lo que duró, en principio todos quedamos satisfechos pues abrimos la tienda el lunes con las tareas hechas y en perfecto orden. Sí, Sí, lo primero que falló fue ron los pasillos de revisión. Pues a mí, N.C.R. que me dijo que se ahorraría tiempo con el sistema y que allí donde había tres pasillos sería suficiente con dos y fue todo lo contrario, al principio, ya que en los pasillos existentes las colas llegaban desde la entrada hasta el fondo de la tienda.

Las amas de casa se empezaron a poner algo molestas y se me ocurrió dirigirnos a las charcutería y les dije a los dos charcuteros que en varias bandejas de la propia charcutería preparara canapés variados de distintos embutidos, también de paté y queso, pero lo que si les dije es que lo hicieran a toda velocidad. También la azafata de la tienda repartió bebidas refrescantes.

De esa forma aplacamos el ambiente que se llegó a crear por la falta de información o por información errónea que nos había dado N.C.R. También hay que reconocer que las propias cajeras no habían recibido ningún cursillo antes de empezar a manipularlas, pero también en este caso hicimos lo que nos habían indicado una vez más N.C.R., ya que argumentó que el lector leía en menos tiempo que la cajera tecleaba.

El lector óptico tenía una configuración como de secador de pelo pequeño y leía dos líneas, una para el código del producto y otra para el precio todo ello impreso en caracteres OCR.

Todas esas anomalías se fueron subsanando en el tiempo y diré cómo, pero antes cité a los señores de máxima responsabilidad en N.C.R. y nos fuimos con ellos a la tienda de Valladolid. A mí me acompañaba parte del equipo de implantación -dos personas- y una vez en la propia tienda cogimos dos carros de compra e hicimos dos equipos de tres y cada uno de los dos equipos llevó uno de los carros y lo fue llenando de productos de manera aleatoria y una vez llenos los carros hasta arriba, fuimos a uno de los pasillos de revisión y se pasaron por el lector óptico y para gran sorpresa de los directivos de N.C.R., no hubo ningún fallo de disciplina de codificación, ni en el etiquetado.

Toda la codificación reflejaba proveedor-familia y el producto, la cual no nos vino dada, sino que hubo que inventarla, y se inventó.

En definitiva quise hacer el supermercado del siglo XXI en pleno siglo XX. ¿Qué es lo que conseguí? De una parte reducir el stock, mayor rotación de las mercancías y en consecuencia un considerable menos inmovilizado.

La visita a Valladolid con los señores de N.C.R. sirvió para que se pusieran las pilas y subsanarán todos los defectos que eran achacables a sus compromisos, ya que se jugaban el contrato total de la cadena que sumaba unos cien millones de las antiguas pesetas.

Sólo decir algo más: diré que cuando todo eso ocurrió no había noticia no solo en España, sino en Estados Unidos, de que se había implantado en ningún supermercado la gestión del inventario permanente. Fue cuando ya estaba rodado el sistema en Valladolid y en otras sucursales, cuando apareció tal noticia en la revista Distribución Actualidad de que se había instalado en una cadena de supermercados, en Estados Unidos, el sistema.

Hoy suelo ir a comprar con mi esposa a MERCADONA o a un Carrefour, ambos los tenemos situados a una distancia cómoda, para poder desplazarnos desde casa y poder comprar en los dos.

Cuando veo los medios de gestión con que cuentan estas instalaciones, me quedo embobado y echo la vista atrás y pienso lo atrevido que fui rozando la imprudencia, haciendo lo que se hace hoy pero con los medios de hace medio siglo.

Ya que a estas edades la esperanza suele ser corta, en cambio la nostalgia es larga muy larga.

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